jueves, junio 28, 2007

SINISTRA ( I )

Salvatore Frascilla, esperaba con la espalda apoyada en la pared del callejón, que daba a la puerta de atrás del restaurante Humberto's. El restaurante era famoso por sus canolis en toda la ciudad. El Rápido Sal, que era así como lo llamaban sus compañeros de profesión, atendia a un encargo que le había hecho Giacomo Strada, el capo di capi de la ciudad y parte de las islas de alrededor. El encargo era claro y conciso: eliminar al consigliere de la familia rival, Ciccio Sinistra.

Sinistra solia ir a saborear sus canolis preferidos en ese restaurante cada sábado y debía ser retirado de la circulación para facilitar futuros pactos importantes para la familia Strada.

El Rápido Sal, hacia malabarismos con un cigarrillo con la mano derecha. Sal no fumaba, pero el cigarrillo era una herramienta de trabajo caprichosa y eficaz a la vez. Solia acercarse a sus víctimas pidiéndoles fuego y una vez bajaban la guardia les disparaba un par de balas, una en el pecho y la otra en el estómago. A partir de ahí, la manera como remataba la faena, era pura improvisación. Su estilo era rápido, limpio y a veces divertido.

No debia hacer desaparecer el cadáver. Tenia que dejar un mensaje bien claro a la familia rival. Cargarse a un consigliere era algo arriesgado pero si se hacia bien era un golpe que dejaba a la familia afectada con los pantalones bajados. Por ello lo mejor era dejarlo tirado a la vista de cualquiera.

Después del trabajito, tenia planeado ir a echar una timba con los demás y si ganaba con un par de buenas manos se lo gastaria en una buena borrachera y con una mujerzuela que si pagaba bien podia hasta convencerla por las buenas o las malas para que le sirviera de cohartada. Últimamente había tenido suerte en las últimas timbas y le serviria para relajarse.

Sinistra tardaba. Ya pronto cerraria el restaurante y él no salía por la puerta de atrás como solía hacer. Sal, se impacientaba, tenia prisa y no le interesaba perder más de 1 minuto en liquidar al consigliere Sinistra.

En ese momento los maullidos y gruñidos de dos gatos peleándose en la penumbra asustó al Rápido Sal que en seguida puso la mano en la pistola que llevaba en el bolsillo de la gabardina. Justo cuando dirigia la mirada al sitio donde deberian estar los dichosos gatos la puerta de atrás del restaurante se abrió.

De ella salió una luz fulgurante acompañada de vapor y humo propios de una cocina. A contraluz veia una silueta alta y delgada. Vestia chaqueta negra y un sombrero de fieltro de ala bien ancha. Se desplazaba como si de un fauno maligno se tratara. Cuando la puerta se cerró el rostro del tipo quedo iluminado por la farola que palidecia en el callejón.

Efectivamente era Ciccio Sinistra. Recordaba su cara de haberla visto en más de una reunión de capos. Era delgada, de tez blanquecina y labios finos y rojos y tenia una mirada tranquila pero inquietante.

Joe se encaminó hacia él tranquilamente, haciendo que sus zapatos hicieran el ruido necesario para que Sinistra adviertiera que ahí había alguien. Con una sonrisa en la boca exclamó:

- Eh! Paisano! Me da fuego

Sinistra se quedó inmóbil levantó la mirada hacia el desconocido que le pedia fuego. Cuando lo tuvo frente a frente miró de lleno a sus ojos. Sal se quedó como desprotegido. Ahí tenia esa especie de junco negro y viviente sin expresar nada, sin mediar movimiento alguno, sin apenas notar su respiración. Sal notó que una fria gota de sudor le bajaba por la sién. ¿Será posible que no haga nada? Ni me da fuego ni sale corriendo ni se defiende.

Sal continuaba sonriendo al tipo y cuando estaba a punto de repetirle la pregunta Sinistra sonrió como él y bajando la mirada a su bolsillo del pantalón dijo:

- Claro Bambino

Sal sacó el arma de su bolsillo y le encasquetó dos balas a quemarropa, una en el pecho y otra en el estómago. Ciccio Sinistra se dobló hacia atrás sin pronunciar quejido alguno y se desplomó mirando al cielo. El Rápido Sal le miró y le asestó un pistón en la boca para que pareciese que el cuerpo había sido bien violentado. Un diente de la víctima saltó y de las encias empezó a manar sangre.

Tranquilamente, Sal, dió media vuelta mientras un perro aullaba por el ruido de los disparos y empezó a silbar encaminandose a su coche.

Entonces oyó una voz tras de si que decia:

- Eh! Bambino! Quieres fuego, o no?




3 comentarios:

rosquilleta dijo...

no me jodas!!! es la muerte??

no espera, no me lo digas, lo leeré en el espero, siguiente capítulo...

(que coño haces mal, tío, por que escribir se te da me muerte!!)

Zitrone dijo...

Por favor, sigue la historia... No seas malo...
Besicos de limón

Anónimo dijo...

Menuda historia sin palabras,..como se nota que los nombres has echo un homenaje a hambret e sinatra :)!!!
quiero leer pronto la continuacion,...venga besoos miquel!!
Elisa